El kistugui es la práctica de reparar piezas de cerámica que han sufrido fracturas aplicando resina de oro y uniendo los pedazos, convirtiéndolos en partes fuertes y sólidas, transformando así, un objeto roto en una obra de mayor valor y belleza ante los ojos de quien la contempla.
Esto nos lleva a plantear la siguiente pregunta ¿alguna vez tuviste que enfrentar una pérdida, despedida, humillación, traición, enfermedad o engaño? Cuando las situaciones son tan dolorosas que nos rompen, sentimos que no somos capaces de enfrentarlas. Pensamos que nos dejarán una marca tan profunda que no conseguiremos sanar.
Con el tiempo, podremos unir cada pedazo, quizás sin saber cómo pegarlos, pero con un objetivo, reconstruirnos a partir de nuestro dolor y darle un nuevo significado.
El kistugi emocional, es entonces el arte de mostrar nuestras cicatrices como nuestra mayor fortaleza. En lugar de avergonzarnos, les daremos un valor nuevo, mostrando todas aquellas heridas que fortalecimos y recordando nuestra gran capacidad de resiliencia.
La vida nos rompe a través de experiencias dolorosas y a veces les restamos valor a las heridas causadas por estas batallas. Con el tiempo nuestras heridas sanarán; podremos reconstruir y transformar la que una vez fue nuestra más grande fragilidad, misma que fue la causa de nuestra reparación emocional.
La fragilidad humana es hermosa, cuando se muestra y reconoce como la cualidad más fuerte y ahora pasará a ser parte del amor propio. Así como el recurso más grande que tenemos de superación y resiliencia.
El crecimiento y la evolución emocional incomodan, pero al mismo tiempo nos convierten en seres únicos con un valor agregado que resulta de sobreponerse a la adversidad.
La vida nos lleva muchas veces a tocar fondo rompiéndonos en mil pedazos, aquí es donde elegimos sobreponernos y trasformar nuestras heridas en cicatrices dignas de enmarcar y mostrar cómo nuestra mayor fortaleza.
¨La cicatriz, es el lugar por donde entra la luz¨
Rumi